miércoles, 30 de marzo de 2016

A vueltas con Berry Gordy






El año pasado tuve el placer de dar una charla-audición sobre la vida y milagros de Berry Gordy Jr., un ex boxeador bajito, feo y tremendamente magnético que se inventó una manera única de fabricar hits y dio vida al Sonido de la Joven América.

La cosa tuvo lugar en la biblioteca de Vallcarca-Penitents, M. Antonieta Cot, y a la gente pareció gustarle pues se alargó casi dos horas y hasta acabé invitado a birras en el bar de al lado.

Y, ahora, en un arrebato de temeridad, la biblioteca Jaume Fuster se interesa por esta misma charla, aunque enfocada en Motown como inagotable cadena de montaje de hits imperecederos.

Así que ahí estaré, hoy miércoles 30, a partir de las 19h00, en el n.º 20-22 de la Plaça Lesseps, para aquellos que quieran escuchar la historia y algunos hits de la gran casa del Soul de la Ciudad del Motor, debidamente salpimentadas con anécdotas.

¡Les espero!

jueves, 24 de marzo de 2016

Volver a enamorarse de Donosti




¿Fácil, verdad, rendir el corazón a los encantos de la capital de Guipúzcoa? Yo lo volvía hacer el fin de semana pasado, acudiendo de nuevo al Mojo Workin’, sobrecogedor festival de música negra que celebraba, con una heroicidad que ni en las Termópilas, su séptima edición.

El amigo Iván Thorpedo me ha pedido que cuente cómo fue la cosa para la página web de su macanudo programa, Fuera de Señal, y bueno, como entenderán, cuando alguien así plantea una petición de este tipo, para un programa como el suyo, uno no puede negarse.

Pueden leerlo –y deleitarse con las fotos, obra de ese siempre pulcro skinhead llamado Josep Maria Tudela- haciendo click tal que AQUÍ.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Munición con denominación de origen sin controlar




La ineficacia de las fuerzas policiales belgas ha vuelto a arrojar un resultado atroz, que nos iguala un poco más a las víctimas del mundo árabe porque, ahí como aquí, los que mueren siguen siendo los pepes, los mataos, los ciudadanos de a pie: el mindundi como usted o como yo que iba en metro a hacer un recado, a currar, al mercado o a ponerse a la cola del paro.

La anterior vez fue París, donde el único al que evacuaron y pusieron a salvo de inmediato fue el primer ministro Hollande. Todo el resto, el populacho, quedó expuesto, entonando la Marsellesa, a las balas y los cinturones bomba. Unos, los que sobrevivieron, con más fortuna que los otros.

11S, 11M, 14N, 22M. Si nunca se han sentido carne de cañón, tal vez sea éste un buen momento para plantearse si no lo somos. Si nuestro destino no es el mismo que el de muchos ciudadanos que, en varios puntos de la otra orilla del Mediterráneo, sucumben bajo el fuego amigo o enemigo que, a esas alturas, cuando tu cráneo está reventando en mil pedazos, si es cosa de un ejército invasor, o un grupo de fanáticos locales, o un mercenario, o el vecino, o cualquier hijo de la gran puta armado y alimentado por las oligarquías petroleras y financieras, qué cojones más da. 


Así que así estamos, creo: poderes oligárquicos repartiéndose el pastel mientras se descojonan de la risa, mezquinos representantes políticos al servicio de éstos y desesperados por mantener sus culos al calor de sus butacas. Y, por abajo, un sustrato de pobres desgraciados que suficiente tenemos con tirar para adelante, expuestos a que los equilibrios y desequilibrios de los de ahí arriba nos hagan saltar por los aires, o nos aboquen a cruzar medio mundo para huir del silbido de unas balas con denominación de origen sin controlar; aunque todos sepamos, en nuestro fuero interno, quién las fabrica, quién comercia con ellas y quién financia la operación.

Y, por si la cosa no era suficientemente graciosa de por sí, atiendan que hay más: a un lado del cuadrilátero, una izquierda progre y pacata dispuesta a tragar cualquier forma de fanatismo por aquello del respeto, la convivencia y el buenrollismo entre civilizaciones. Como si esto fuera el dibujo de un pasquín  de ésos que reparten los Testigos de Jehová, todo jijijí y jajajá en un mundo soleado donde la peña está encantadísima de conocerse. Incluso el león y la gacela.

Al otro lado, una ultraderecha que instrumentaliza, babeante, el trágico éxodo de millones de personas que, precisamente, huyen de las masacres de sus países, de sus hogares en llamas, en busca de una vida mejor (o, simplemente, de una vida); y que estas mentes preclaras confunden con los verdugos en un acto de mala fe a prueba, nunca mejor dicho, de bomba.


Así las cosas, hasta parece lógico que los de ahí arriba jueguen con nuestras vidas, nuestras cabezas y nuestros traseros de la manera bastarda y medieval en que lo están haciendo: coartando nuestras libertades y cercenándolas a unos niveles de pre modernidad (¿recuerdan aquella cosa, en teoría efímera, llamada Patriot Act?), idiotizándonos con mensajes vacíos que apelan a nuestras mal administradas entrañas, deseducándonos con ahínco, precarizándonos hasta disparar nuestra tasa de mortalidad, acojonándonos sin cuartel y devolviendo las religiones a un lugar donde cualquier sociedad mínimamente civilizada jamás querría que volvieran.

Y haciendo sus negocietes que, oigan, en el fondo, de eso y de seguir acumulando poder y petrodólares se trata.

martes, 15 de marzo de 2016

Tardíos, si bien muy sentidos, agradecimientos



Han sido unos días de locura y no he tenido el tiempo material de agradecer a todo el mundo por su ayuda en la puesta de largo del segundo engendro palopiano. La entrada, en casa, de un nuevo fichaje felino ha demorado el momento de expresar mi profunda gratitud, pero puedo decir, en homenaje al poliglotismo de cierto ex gobernante , que por fin “estamos en ellou”.

En primer lugar, mil gracias al incomparable Carlos Zanón, al genial Sergi Faüstino, a los amigos de Taifa y a David, Jim y Àurea de Ed. Base, por una presentación que –creo- será largamente recordada por quienes tuvieron la ¿suerte? ¿desgracia? ¿equivocación? de asistir.


Seguidamente, muchas gracias a Miguel Ángel Díaz Ortega, incansable hombre al frente de Som Negra –uno de los últimos baluartes de la literatura negraycriminal del estado- por darme la oportunidad de compartir cátedra con Aro Sainz de la Maza en Collbató Negre.

Por supuesto, muchísimas gracias a todos los asistentes que, de una manera u otra, habéis participado a ambos certámenes, haciéndome preguntas incómodas y echando unas risas que, a fin de cuentas, de eso se trata en esta vida.


Tampoco puedo pasar por alto a mis queridos padres, quienes se desplazaron costosamente hasta Taifa, a pesar de las difíciles condiciones físicas, y a Anna, por estar a mi lado y acompañarme hasta el fin del mundo (o, lo que es lo miso, los pies del Montserrat), si procede.

En breve, me haré eco de las firmas de Sant Jordi (horarios y lugares), para que me traigan cerveza y me den el palique necesario que me ayuden a sobrellevar la soledad, sin hacer recaer todo el peso de ello en mi sufrida consorte.

Hagan el favor.

lunes, 14 de marzo de 2016

Eugenio. El trabajo de hacer reír





Esta entrevista tuvo lugar en enero de 2000. Por entonces, Eugeni Jofra i Bafalluy, más conocido por el común como Eugenio, vivía y estaba enormemente ilusionado con su recobrada libertad de los estudios de TV, su cabeza estaba hambrienta de proyectos y, si sabías esperar y estar atento, podías cazar una sonrisa incipiente en su rostro ante esa página en blanco que, en ese momento, era el resto de su vida. Fallecería al cabo de un año, el 11 de marzo de 2001, es decir hace ahora 15 años.

Cada lunes, y pese a las dificultades de sacar a la gente de sus casas ese día,  Eugenio llenaba (petaba, más bien) la sala Luz de Gas con esa genial e inmutable expresión que acompañaba todo ese inacabable repertorio de chistes “e historias o cuentos”, como llamaba los chistes más largos y elaborados.

También tenía un espacio en el programa Crónicas Marcianas de Javier Sardà, que había apostado por darle carta blanca y no someterle a la presión de soportar guiones y mediocridades ajenas. Para rematar, acababa de sacar el que sería su último disco, que adoleció de una distribución infame.

Esta entrevista no tuvo, no obstante, salida porque supongo que nadie le consideraba lo suficientemente importante. Ya saben, en este país el humor y el arte de hacer reír al prójimo siempre se han dejado en un segundo plano. En aquel enero del 2000 lo que molaba seguía siendo el consabido dramón guerracivilesco y el onanismo de niños con politoxicomanías, metidos a escritor.
Por suerte, teníamos a seres humanos como Eugenio, con su eterno vodka-limón y su ducados perennemente encendido, para recordarnos qué es reír. Y cómo hacerlo.

 Pasen, lean y sonrían.

 *****

A las ocho de la tarde de un lunes de enero hace frío, ya ha oscurecido y las caras de cabreo imperan por las aceras, haciendo cola para coger el autobús o el metro que les devuelva a sus moradas y les permita descansar de su primera jornada de trabajo. A las 22h30 de aquel mismo lunes, la sala Luz de Gas está rebosante de intrépidos que, desafiando horarios, fatiga y clima hacen cola para otro tipo de evasión. Eugenio está satisfecho, sabe que pocos tienen un poder de convocatoria como el suyo. “Si la gente sale un lunes es para que la diviertan, no para divertirse, exige algo más”, claro, algo por lo que merezca la pena salir el peor día de la semana, pagar una entrada, acostarse tarde y, no obstante, levantarse a la mañana del día siguiente e irse al curro con una sonrisa de oreja a oreja.


Oficio

Uno que sabe de temas laborales y malos rollos es, precisamente, Eugenio. “El ritmo de vida de mi trabajo implicaba mucho stress, beber, irme tarde a la cama...”, el golpe de gracia le sobrevino durante su breve etapa televisiva. “Suerte que duró poco, porque trabajar con un equipo de gente que se cree capacitada para decidir por ti sólo porque sabe escribir un guión, acaba contigo: no puedo trabajar con quien no tiene ni idea de qué quiero hacer”. Eugenio, humorista, cantante, showman y, en una ocasión, actor,  acabó muy quemado: “Escritor no soy, pero sí soy humorista, y eso sí sé hacerlo”. Eso es precisamente lo que los “hábiles” guionistas de nuestra televisión no supieron comprender e, incapaces de actuar de otra manera, le pusieron bajo presión hasta que, claro, al final el hombre reventó.

No obstante, retomando sus propias ideas acerca de su profesión que, como todas las profesiones basadas en una raíz creativa, acaban siendo más una forma de vida, la capacidad del cómico no se limita a los escenarios. “Yo siempre he diferenciado mis actuaciones en directo de las de televisión, hay fórmulas que grabadas o filmadas simplemente no funcionan”. Asegura haber visto más de uno, y más de dos, hundirse en el estercolero del olvido por tratar de venderle al público de televisión una película que iba de maravilla sobre los escenarios.

Hay chistes crueles o verdes que sólo cuento delante del público, sólo en directo, por una cuestión de respeto: sé que hay gente que, según qué cosas no quiere oírlas en su casa”. Ahora, por lo menos, cuando aparece en el Crónicas Marcianas está a su aire. “Ahora sí que me encuentro a gusto en televisión, no me presionan, hago lo que debo”.

La ética es un elemento que distingue a Eugenio, es férrea e inamovible, probablemente fruto de su dilatada experiencia, no sólo profesional, sino también vital. “Una vez, en Málaga, llegué a actuar recién sondado; me acababan de intervenir, pero el público ni se enteró”. Nunca ha faltado a un espectáculo, nunca ha defraudado a su público, nunca ha dejado de cumplir con lo que le define como un genio: Hacer reír al prójimo. Ese es su trabajo y a él se ha entregado con todas sus fuerzas.

Por eso no acaba de estar muy contento con la distribución de su nuevo disco; “no se encuentra donde se tiene que encontrar”. A su público, de todas formas, eso parece importarle bien poco, porque los llenazos de cada lunes están ahí, testificando que Eugenio es uno de los pilares de la actual y maltratada escena humorística de este país. Lejos quedan sus orígenes como cantante de folk y contador improvisado de chistes en las interminables guardias de la mili.


Orígenes

Seguramente, más de un lector habrá tenido alguna vez en sus manos algún microsurco del dúo de folk de los 60 Els Dos. “A los 25 años formé un dúo con la que entonces era mi mujer, Conchita Alcaide; grabábamos para Belter y todavía no contaba chistes en público”, antes había sido ilustrador y joyero (esos peculiares anillos que adornan sus manos se los hace él). A los 37 años, se había quedado viudo y con dos hijos; fue entonces cuando le agarró “el pelotazo” y se metió de lleno en sus chistes llegando a registrar, que no a cosechar, 50.000 (sí, cincuenta mil, no es una errata). La cosa venía de lejos. “En 1960, durante la mili, pasaba de ocho a diez horas de interminable guardia inventando y contando chistes de manera ininterrumpida, sin repetirme nunca”. Se cuenta que en el local que abrió a finales de los 70, cuando su carrera de humorista empezaba a despegar, era capaz de estarse cinco horas seguidas dale que te pego con su cubata y su cigarrillo sin repetir ni un solo chiste. “Tengo mucha memoria”, asegura con una media sonrisa bastante socarrona.


Un Genio en Apuros

En 1983, Pepón Corominas produjo la única película que ha protagonizado: ‘Un Genio en Apuros’, dirigida por Lluís Josep Comerón y donde participaban Juanjo Puigcorbé, Antonio Ozores, Pere Tàpies y el gran José Luis López Vázquez. 

Accedí porque me gustaba la idea. En el guión inicial, escrito por Comerón, la niña protagonista acababa muriendo, pero los que ponían el dinero querían algo más comercial”. Total, que el resultado –con happy ending incluido- le supuso un disgusto por el que todavía duda de si volver a la gran pantalla. “Lo que pasa es que ante la perspectiva de trabajar en equipo me pongo a temblar” y, ojo, no es que no le guste, pese a que siempre ha sido “un solitario de toda la vida”: lo único que pide es que se respete su criterio.

Así que tampoco se puede decir que descarte una hipotética vuelta a la gran pantalla, “pero tiene que ser a mi manera, quiero ser yo quien de el visto bueno a las cosas, tener la última palabra; no quiero tener que trabajar con un productor o un listillo cualquiera que se cree mejor cualificado que yo para tomar decisiones sobre mí mismo y mi trabajo”. La dificultad está, lógicamente, en encuadrar a un personaje de por sí tan peculiar, en un relato fílmico y/ o teatral.


Familia

Con las lógicas limitaciones que, en este sentido, el oficio de hacer reír impone en un país donde es considerada profesión de tercera, Eugenio ha estado unido de una forma peculiar, pero se adivina que muy entregada, a su familia.

Tras superar un doloroso trance, el de la muerte de su mujer tuvo un hijo con su siguiente compañera para, en 1993 acabar casándose con Isabel, su manager. “A mi hijo mayor no le sentó muy bien, pero es su problema. Yo siempre le he dado la libertad para que hiciera lo que quisiera, y yo también tengo derecho a gozar de esa libertad”. Esto no implica que exista mal rollo, o distancia, con sus hijos: “Siempre hemos tenido mucha confianza, no hay nada de mí que no sepan”. 

El hecho de procurar estar siempre al lado de su familia, le ha hecho desarrollar unos valores que anteponen ese antes mencionado riguroso sentido de la ética: “Nunca he impedido a mis hijos a que hicieran nada, pero sí les he hecho ver que tienen que responsabilizarse de sus actos. Si tienes cojones de salir de marcha un martes hasta las tantas, ten también los cojones de salir a trabajar a la mañana del día siguiente, no seas tan cobarde de no cumplir con lo que te toca”. Un compromiso con sus deberes del que él mismo ha hecho gala durante su dilatada carrera.


Este compromiso ha sido una de las claves del triunfo de Eugenio. Sus giras por toda España y Latinoamérica, especialmente Chile (curioso ¿no? Aunque –claro– si hay un pueblo necesitado de sacar sonrisas de debajo de las piedras, ese es precisamente el chileno­), así lo atestiguan. Ahora baja cada lunes a la ciudad desde la rústica comodidad de su casa en el Vallès, para divertir durante una hora y media al público más exigente, el de los lunes, en la sala Luz de Gas “el local más famoso de la calle Muntaner, entre Diagonal y Travessera de Gràcia”.